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En la cuenca media del valle del Navia, Boal es un paraíso para quienes disfrutan de los placeres del Slow Travel. En el concejo de Boal se detiene el tiempo para el goce del viajero sin prisas. Por su emplazamiento cercano al litoral cantábrico del que dista sólo 24 kms, enmarcado por las sierras de la Bobia, de Penouta y de Carondio en las dos márgenes del río Navia, Boal es el destino ideal para efectuar una cura anti-stress y para olvidar el ritmo frenético de la vida en la ciudad. Podrá recuperar el gusto por olores olvidados, escuchar el canto melodioso de los pájaros y el silencio sobrecogedor.
Es una puerta a un mundo olvidado en el que el viajero descubrirá paisajes sorprendentes por el verde intenso de sus praderas, por sus bosques de castaños y abedules así como por las imponentes formaciones rocosas de sus sierras. Con una amplia oferta de establecimientos de hospedaje y restauración, el visitante podrá recorrer sus 120 km2 de territorio por una red de senderos bien señalizados que se pueden seguir a pie, en bicicleta o a caballo para visitar yacimientos arqueológicos (castros), cuevas con pinturas rupestres o alguno de los coquetos museos rurales diseminados por todo el concejo.
Allí podrá descubrir las formas de vida de un pasado no demasiado lejano en que los habitantes del concejo repartían su tiempo entre las labores en el campo, el cuidado de sus animales, la apicultura e incluso la metalurgia del clavo. Podrá contemplar igualmente una amplia muestra de “casas de indianos” entre las que destaca el edificio de las escuelas construido con los ahorros de los boaleses que emigraron a Cuba. Es Boal también un lugar idóneo para la práctica del turismo activo. En su extenso coto de caza, abundan corzos y jabalíes. En los muchos ríos que vierten en el Navia, se pueden pescar truchas. Y las aguas remansadas del pantano de Arbón son un escenario idílico para recorrerlas en canoa.
En el epicentro del Parque Histórico del Navia, Boal disfruta de un emplazamiento perfecto para iniciar numerosos recorridos que llevarán al viajero a descubrir muchos de sus tesoros paisajísticos y arqueológicos: hacia el norte, los pequeños puertos marineros que jalonan el litoral; y remontando la cuenca del Navia, encontrará el viajero pueblos con casas de piedra oscura, tejados de pizarra, paneras y cabazos que son los últimos vestigios de un pasado no muy lejano.